Sin embargo, este no fue un camino fácil ya que si bien los últimos años se han caracterizado por espectaculares descubrimientos científicos que han llevado la nutriología al nivel actual de conocimientos, el progreso de la ciencia de la nutrición ha estado plagado de obstáculos y ha tenido que desarrollarse ante un reiterado rechazo que hacia la innovación han mostrado los responsables de los organismos médicos, académicos, gubernamentales de salud, personas empantanadas en una vieja y anquilosada forma de pensar. Ha sido necesario luchar contra quienes valiéndose de un titulo profesional, y del poder político y económico han impuesto creencias y modas sobre alimentación y nutrición. En algunos casos se ha tenido que dejar pasar generaciones humanas enteras para que los detractores de los nuevos conocimientos fallecieran y solo así, los neveros conocimientos fueran aceptados oficialmente.
Al desarrollarse la nutriología, el progresivo descubrimiento de los numerosos nutrientes que ahora conocemos, significó una revolución para la ciencia tradicional en su momento y ha tenido que irse abriendo brecha, enfrentando el autoritarismo y la resistencia de personas y grupos de poder que dominan este campo de vital importancia para la salud pública. Cada vez que se realizó un nuevo descubrimiento se desató de inmediato una reacción de incredulidad y hostilidad por parte de instituciones médicas y gubernamentales, negándose a aceptarlo y a aplicarlo aun cuando el descubrimiento implicaba beneficios importantes para la población, pero además se emprendió violentas campañas de infundios y desprestigio contra los investigadores.
Ha resultado paradójico que los funcionarios de los organismos gubernamentales de salud, de la comunidad científica y docente de las universidades y muchos profesionales de la salud que ostentan cargos importantes en asociaciones médicas y científicas, se opongan férreamente a descubrimientos que pueden beneficiar significativamente a la población, mejorando su estado de salud, previniendo un gran número de enfermedades crónicodegenerativas y disminuir su incidencia, su morbilidad y su mortalidad.
La historia de la ciencia de la nutrición se encuentra llena de ejemplos de descubrimientos importantes que de aceptarse, inmediatamente hubieran beneficiado y salvado innumerables vidas humanas, pero que por la resistencia y la obstinación de burócratas y profesionales de la salud, tardaron muchos años, algunas veces varias décadas y en algunas ocasiones incluso, cientos de años en aceptarse y aplicarse a nivel masivo.
Aunque existen muchos otros casos registrados en la historia, mencionamos los siguientes como ejemplo por su importancia.
Siglos después, la vitamina C fue descubierta y aislada por primera vez en 1928 por Albert Szent Györgyi. En la década de los 70s, Linus Pauling, dos veces premio Novel, revisó la literatura científica disponible y escribió dos tratados sobre la vitamina C (Vitamin C the Common Cold and the Flu), la gripe y el resfriado común, publicados en 1970 con varias actualizaciones e reimpresiones posteriores, en ambos se cita numerosas investigaciones e irrebatibles argumentos sobre el poder curativo y preventivo de la vitamina C que ingerida en dosis superiores a las mínimas recomendadas, alivia los síntomas de la gripe y de infecciones virales. La publicación de sus tratados, le valió furiosos ataques de la comunidad médica de su tiempo y de los burócratas del gobierno de Estados Unidos. Más adelante colaboró con Ewan Cameron en un estudio que demostró los efectos beneficiosos que sobre los enfermos de cáncer utilizando la vitamina C intravenosa en dosis de entre 10 hasta 50 gramos diarios. Pauling en coautoría con Ewan Cameron, escribió otro tratado acerca del cáncer y la vitamina C (Cancer and Vitamin C) que se publicó en 1979, se actualizó y se reimprimió en 1993. Eso además de más ataques y de entablar una intensa campaña de desprestigio para ridiculizarlo, por parte de las autoridades del área salud de Estados Unidos, le valió que se le retiraran los subsidios gubernamentales para sus estudios clínicos.
En 1952 Abraham Hoffer y Morton Walker, Humphrey Osmond condiscípulos de Linus Pauling, iniciaron un fuerte impulso a los conocimientos científicos del paradigma ortomolecular, realizando investigaciones recopiladas y dadas a conocer en diversos artículos y libros sobre “Psiquiatría Ortomolecular”, “Medicina Ortomolecular” y “Nutrición Ortomolecular”. Llevaron a cabo interesantes y reveladores estudios sobre la eficacia de diferentes tratamientos y medicamentos convencionales, comparando sus beneficios con los de la vitamina B3 (niacina) en el tratamiento de la esquizofrenia, encontrando una significativa superioridad y ventaja de esta última. Sorprendentemente las críticas más feroces y mordaces contra el uso de la vitamina B3 y las hipótesis que la respaldaban, surgió de la comunidad científica, médica y en especial de las asociaciones de psiquiatría convencional.
Aunque el papel de la anticanceroso y antioxidantes de la vitamina C y de la vitamina B3 contra la esquizofrenia, ha sido aceptado por asociaciones de medicinas alternativas, de medicina ortomolecular y por los gobiernos de algunos países, todavía existe una gran oposición a la utilización de las dosis recomendadas por los médicos y psiquiatras ortomoleculares, por parte de autoridades, de organismos gubernamentales y de asociaciones médicas. Mientras millones de enfermos de cáncer y de esquizofrénicos siguen padeciendo y muriendo por tratamientos convencionales ineficaces.
Otras reveladoras historias son las de la vitamina E y el ácido fólico. La utilización de la vitamina E fue rechazada insistentemente durante más de 40 años, a los investigadores que establecieron su importancia en la prevención de enfermedades degenerativa, se les privó del reconocimiento que se merecían. Ahora se ha establecido y aceptado su poder antioxidante y sus propiedades terapéuticas para tratar diversas enfermedades cardiovasculares. Durante esos 40 años se pudieron haber evitado por lo menos entre un 37 y un 40 % de millones de fallecimientos por ataques cardiacos y por accidentes vasculares.
En 1980 se descubrió que el ácido fólico reduce el número de bebes nacidos con espina bífida, defectos del tubo neural y otros defectos congénitos, las instituciones médicas se negaron a aconsejar a las mujeres embarazadas que tomaran ácido fólico con el pretexto de que “no se había cumplido con el número de estudios clínicos requeridos para demostrar su efecto y seguridad”. Once años después quedó contundentemente demostrado el poder preventivo del ácido fólico y se recurrió a prescribirlo. ¿Cuántos bebes pudieron haber nacido sin defectos congénitos durante esos 11 años?... Varios cientos de miles.
Respecto a las dietas, apoyado en la revisión y antecedentes de numerosos trabajos clínicos y en la experiencia clínica con más de 20 mil pacientes, en 1972 el Cardiólogo Robert C. Atkins creó una revisión dietológica y elaboró un programa nutricional con un porcentaje reducido de carbohidratos para perder peso y eliminar el tejido adiposo, que expuso en un libro que llamó “La revolución dietética del Dr. Atkins” del cual se imprimieron y vendieron 10 millones de ejemplares traducidos a las principales lenguas del mundo. Publicó en total tres libros que revolucionaron el concepto de dieta que se tenía hasta ese momento. Con la enorme difusión de su programa nutricional a través de sus libros y programas de televisión, el consumo de carbohidratos se redujo substancialmente en Estados Unidos y en otros países, lo que provocó una virulenta reacción de la Asociación Médica Americana (AMA), pero sobre todo de dos grandes empresas de refrescos y de cereales que controlaban monopólicamente los desayunos de todo en todo Estados Unidos. La AMA hizo pública una cáustica condena de la “Revolución Dietética” desacreditando la dieta baja en carbohidratos.
Con la “La revolución dietética del Dr. Atkins” la población volvió fácilmente al tradicional desayuno de huevos, jamón y café con crema, menú que créase o no, no solamente no engorda, si no que adelgaza. Por petición interpuesta por los propietarios la industria alimentaria, farmacéutica y las autoridades sanitarias su “revolución dietética” llegó a ser investigada como asunto de estado por el Congreso de los Estados Unidos. Se trató de revocarle al Dr. Atkins su licencia de medicina, más no encontraron manera de hacerlo porque nunca se pudo demostrar clínicamente que la dieta baja en carbohidratos fuera dañina o careciera de resultado. Todo quedó en una declaración condenatoria (tendenciosa) con la intención de ridiculizar y desprestigiar a Atkins y su “Revolución Dietética”. Desde entonces se creó la errónea idea en todo el mundo de que Atkins estaba equivocado y la gente volvió a hartarse de carbohidratos, a engordar y a enfermarse hasta crear un enorme segmento poblacional de obesos, prediabéticos y diabéticos.
Las autoridades sanitarias en concertación con los industriales lograron imponer a todo el mundo su dieta alta en carbohidratos industrializados (la cual no distingue entre carbohidratos naturales e integrales y los “productos alimenticios industrializados”), modelo dietético que se ha demostrado científicamente produce adicción, engorda y origina diversos trastornos metabólicos y de salud relacionados a la obesidad. Desprestigiaron las dietas bajas en carbohidratos que son totalmente inocuas, adelgazan y originan diversos beneficios para la salud y perjudicaron a millones de personas en todo el mundo.
Atkins no es el único autor que a tratado este tema. La famosa Nutrióloga estadounidense Adelle Davis lo advirtió en repetidas ocasiones desde las décadas de los 50s, los 60s, hasta los 80s que los alimentos elaborados con hidratos de carbono refinados (azúcar y harina blanca) son altamente nocivos para la salud.
En 1975 un brillante médico llamado Thomas Latimer (Peter) Cleave, capitán cirujano para la Marina Real y ex director de investigaciones médicas en el instituto de Medicina Naval (Institute of Naval Medicine) de Gran Bretaña, publicó un estudio epidemiológico denominado “The Saccharine Disease” (“La enfermedad provocada por el consumo de sacarosa”). Mediante escrupulosos estudios clínicos y epidemiológicos, Cleave comprobó que la ausencia de varias enfermedades comunes de occidente como son la obesidad, la diabetes, el cáncer de colon, los cálculos biliares, la diverticulosis y la diverticulitis y las enfermedades del corazón, en naciones del tercer mundo, principalmente en África se debían a la ausencia de carbohidratos refinados en la dieta.
Cuidadosamente Cleave demostró que casi veinte años después de la introducción de carbohidratos refinados en la dieta humana y de que se permitiera que éstos remplazaran a los alimentos nativos, la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiacas comenzarías aparecer en la población, y que 40 años después se convierten en una epidemia.
Los descubrimientos de Cleave no han sido hasta la fecha refutados, de hecho han probado ser proféticos. Su regla de los veinte años ha resultado comprobada en Japón, India, México, y muchos otros países. Los indios Pima de Arizona tienen un índice tan elevado de padecimientos del riñón debido a la diabetes, que su reserva cuenta con su propio centro de diálisis. En Arabia Saudita, la diabetes y las enfermedades cardiacas han surgido casi exactamente después de veinte años de que los carbohidratos refinados, junto con una dieta más occidentalizada se adoptaron. Hoy en día en Arabia Saudita, la diabetes afecta al 12 por ciento de los hombres y al 14 por ciento de las mujeres que viven en áreas urbanas. Los yemenitas probaron ser el caso perfecto para comprobar este fenómeno, 25 años después de haber inmigrado a Israel, su promedio de diabetes e intolerancia a la glucosa era ya de 11.8 %, tasa muy similar a la del resto de la comunidad.
En 1966 Campbell dictaminó que el azúcar refinado origina adicción. Estableció la regla según la cual explica la relación del hombre con el azúcar. Llamada también regla de los 20 años, concuerda perfectamente con la regla de Cleave. Indica que un individuo puede resistir los estragos que el consumo de azúcar genera durante 20 años, a partir de ese momento aparecen la obesidad y la diabetes.
Yudkin (1969 y 1972), afirmó que el consumo de azúcar y otros carbohidratos refinados es una de las principales causas de ateroesclerosis y otras cardiopatías, de caries, dispepsia y dermatitis seborreica y que debería de prohibirse por su efecto cancerígeno.
Cheraskin y Ringssdorf (1974) llegaron a la conclusión de que el azúcar y otros carbohidratos refinados son la causa principal de la diabetes mellitus y la hipoglucemia reactiva y afirmaron que la recomendación “del consumo diario de hidratos de carbono refinados debe ser cero”.
Abraham Hoffer y Morton Walker afirmaron en 1997: el azúcar refinado es particularmente insidioso, ya que crea una adicción muy grave, equiparable a la de cualquier droga. La única diferencia entre la adicción al azúcar y la adicción a la heroína, es que la primera no precisa jeringuilla, es fácil de adquirir y no se considera antisocial, pero el poder adictivo y destructivo del azúcar es similar al de la heroína. Además el consumo excesivo o casi exclusivo de alimentos ricos en hidratos de carbono, como arroz, patatas o trigo es causa coadyuvante de obesidad y desequilibrios metabólicos.
El Dr. Minot premio Nobel por su trabajo sobre la anemia perniciosa estableció la relación entre dolores de cabeza y el consumo excesivo de hidratos de carbono. Valioso descubrimiento pasado por alto por la mayoría de los médicos.
En todos los países en los que se han continuado consumiendo dietas con elevadas concentraciones de carbohidratos, basadas en alimentos refinados, la obesidad, la diabetes y otras enfermedades relacionadas a los trastornos metabólicos ocasionados los “productos alimenticios” industrializados, se han convertido en una epidemia de grandes proporciones que amenaza con rebasar la capacidad de atención a la salud de los sistemas sanitarios y también con disminuir el periodo de vida de la población, aumentando la mortandad en personas cada vez mas jóvenes. Sin embargo las autoridades sanitarias, la industria y las asociaciones médicas siguen empecinadas en demostrar que las dietas altas en carbohidratos y bajas en grasas son saludables, pero la gente sigue engordando y enfermando cada vez más.
Estos han sido solo algunos ejemplos entre muchos, por lo que los casos descritos en este artículo no son todos los existentes, se podrían escribir varios volúmenes enteros sobre este tipo de sucesos que han obstaculizado seriamente el desarrollo de la medicina nutricional y su aplicación práctica para beneficio de la gente.
En México la postura oficial sigue siendo que la “dieta equilibrada” debe ser alta en carbohidratos (entre un 60 a 70 %), sin distinguir entre refinados e integrales, simples o complejos. Las mismas autoridades afirman dogmáticamente que la “dieta sana” debe incluir los alimentos industrializados y refinados que nos ofrecen actualmente las corporaciones alimentarias ya que en ellos (se supone) se encuentran todos los nutrientes y micronutrientes necesarios para la salud del ser humano.
Basándose en estas creencias, y obedeciendo los dictados del la Comisión del Codex Alimentarius de la Organización Mundial de Comercio (OMC) organismo controlado por mercenarios de la Industria Químico Farmacéutica, consideran que la información y el consumo de complementos alimenticios que contienen dosis superiores a las mínimas recomendadas de vitaminas, minerales, oligoelementos y fitonutrientes, debe prohibirse o por lo menos restringirse lo más posible, catalogándolas como substancias peligrosas para la salud, que requieren de costosos estudios clínicos para autorizar su fabricación, caso en el que solo podrían venderse con receta médica y en farmacia. Por lo que se han realizado reformas a la ley general de salud y se han expedido reglamentos y normas oficiales que prohíben, limitan, inhiben, desacreditan y obstaculizan la libre producción, comercialización, difusión, compra y consumo de complementos alimenticios.
Supuestamente las autoridades deben proteger al público consumidor de los peligros que amenazan su salud. Pero las mismas instancias gubernamentales que han prohibido plantas medicinales de uso centenario, megadosis de vitaminas y algunos otros nutrientes como por ejemplo las enzimas digestivas, algunos aminoácidos, el germanio orgánico por su supuesta peligrosidad, algunas plantas medicinales, y muchos otros diversos nutrientes, micronutrientes, minerales, y fitoquímicos, permiten sin embargo, en forma incondicional y absoluta la libertad para producir, vender, comprar y consumir todo tipo de “productos alimenticios chatarra”.
Esos alimentos industrializados que no existen en la naturaleza, son alimentos elaborados con ingredientes altamente refinados y sintéticos que se venden como “alimentos” , pero que en realidad son falsos alimentos. Las autoridades no piden a los a los industriales de la comida basura que comprueben que sus artículos sean aptos para la nutrición humana e inocuos para su salud y que no creen adicción. Así como de productos claramente dañinos como azúcar y harinas refinadas, aceites vegetales refinados e hidrogenados, alcohol, tabaco, refrescos. En estos casos acceden a que el consumidor se haga responsable de lo que está comprando y consumiendo. Pero con respecto al cuidado de la salud con terapias naturales y complementos alimenticios no permiten esa libertad. ¿Por qué?... Por conflictos de interés con las industrias químico farmacéutica, alimentaria, agroalimentaria y ganadera y por los compromisos ocultos por lo que se obedecen ciegamente los dictados de la ya mencionada Comisión del Codex Alimentarius de la OMC. En artículos posteriores lo aclararemos.
¿Cuántos años tendrán que pasar para que se acepte oficialmente que muchas enfermedades crónicodegenerativas pueden prevenirse y curarse con una buena nutrición basada en una alimentación moderadamente baja en carbohidratos naturales e integrales, exenta de alimentos refinados y la utilización de complementos alimenticios con diversas vitaminas, minerales, oligoelementos, mezclas de fitonutrientes antioxidantes, algunas enzimas, esteroles, ácidos grasos esenciales y plantas medicinales?... ¿Cuántas personas tendrán que engordar, enfermar, morir súbitamente y prematuramente, o tendrán que vivir discapacitados durante muchos años, por la soberbia, la ceguera, la necedad y los intereses políticos y económicos de funcionarios públicos, los propietarios de industrias, los catedráticos y académicos universitarios, para que se acepte la abrumadora evidencia científica actual?...
En este espacio de periodismo de investigación especializado en la salud y nutrición, iniciamos hoy una serie de artículos denominada que denominaré “REVOLUCIÓN DE LA NUTRICIÓN Y DEL AUTOCUIDADO DE LA SALUD”, en donde expondremos con amplitud, apoyados en la evidencia científica más moderna, innovadora y reveladora, los descubrimientos más recientes sobre dietas y nutrición para que usted pueda elaborar su propio programa de alimentación sana que le permita mantener y mejorar su salud, revertir molestias o enfermedades que ya esté sufriendo, mejorar la belleza de su piel y cabello y alcanzar un alto índice de longevidad con una vejez satisfactoria y exitosa.